Una de las ideas mas generalizadas es que lo que se protege se fortalece. Con esa idea se protegió a las industrias en décadas pasadas. El resultado fue que las industrias que más se acogieron a ese proteccionismo fueron siempre raquíticas en su competitividad internacional. Gigantes internos fueron enanos externos. En algunos casos, se quedaron pagando a legislaturas posteriores para que les protegiera de la “pavorosa” competencia.
Aun con los hijos se ve este mismo resultado. Al hijo a quien se protege, se decide por el, se le quita la responsabilidad, más tarde, no sabe como luchar por su propio bienestar. El error cometido, resulta en un terrible daño. Eso mismo hace el gobierno, sin quererlo.
Por eso es que estos argumentos se aplican, mas que nada, a los programas de gobierno. El gobierno que decide compartir sus bienes con los pobres es bien intencionado pero poco entendedor del fenómeno que esta combatiendo. Económicamente, podrá expropiar más para repartir más, pero nunca lo expropiado alcanzará para proteger a todos, en todo sentido.
En los años 40s Argentina decidió sacar de golpe y porrazo, por medio del erario nacional, al pueblo de su pobreza. El resultado fue la profundización de la cultura de corrupción por parte de la clase política. Pero mas grave fue el aparatoso retorno de una nación del primer mundo a una del tercer mundo, cosa que sólo Argentina ha logrado con éxito. Las ideas con que protegieron a los pobres son defendidas ferozmente, aun hoy, por la mayoría de la población. Pocos reparan cuál fue el efecto de esa medicina y sólo piden aumentar la dósis de la letal droga.
Es cierto que Argentina no había sido políticamente estable, que tenía aun gente muy pobre y que estancieros e agroindustriales no tenían claro qué hacer para sacar al país de la inestabilidad política. Vino un militar “iluminado”, enamorado del nacional socialismo, propuesta aun válida, antes de Hitler, y destruyó el futuro de la nación más próspera del Sur. En lugar de perfeccionar y fortalecer instituciones democráticas, se hizo del poder total, emulando a Hitler, Franco y Musolini y en esa misma medida destruyó a la república.
El miembro fracturado del cuerpo se resguarda inmovilizándolo. Esa condición no puede durar más de lo necesario a riesgo de incapacitarlo permanentemente. Por eso, las acciones y programas de gobierno deben considerar el efecto de lo que hacen. Lo que se protege ¿se promueve?. Cuando se decide volcar la acción y recursos del Estado para proteger al débil, este termina sufriendo castración del espíritu. La persona aprende a nadar en el mar de las colas, los codazos y mercados negros y a hacer lo mínimo posible, cuando la condición se lo permita.
La pobreza es un problema moral para la persona real. Para el Estado, en cambio es un problema administrativo. Abatirla, requiere entender cómo se produce la riqueza y, no creer que basta con sacársela de la bolsa derecha para pasársela a la izquierda. Es importante entender el papel del ahorro, de la productividad, de la creación de empleo, del auge de salarios, etc. La brecha relativa entre ricos y pobres se ha cerrado en otras naciones. Así que, si la legislación es buena, puede hacerse aquí.
La corrupción también es problema administrativo y no solo moral. Ella condena a muerte a enfermos de hospitales y a la miseria a poblaciones enteras cuando hay apropiación ilícita, trafico de influencias y conspiración para delinquir. Las formas extremas matan toda iniciativa y condenan a esclavitud al pueblo, al expropiarle su fuerza de trabajo, sin que pueda defenderse. Esa degradación humana no tiene fin y su costo, equivale nada mas y nada menos, que a la pobreza misma.
miércoles, 8 de julio de 2009
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