Los pobres y la gente trabajadora hemos puesto excesiva esperanza en las promesas políticas. Esperar que una persona solucione nuestros problemas, sin perfeccionar instituciones y, entregar el poder discrecional a élites, intelectuales o económicas, es una vieja confusión que produce malos resultados. Hemos creído falsedades, medias verdades y hasta ilusiones que luego matan nuestras esperanzas en el cambio. He aquí algunas de ellas.
Qué duda cabe que al darse la independencia no pocos vieron en ella la salida de la pobreza. Aprovechadores habían dicho todo es culpa del rey, ahora nos sacudiremos ese yugo y nuestro futuro será diferente. No lo fue. Otros dijeron necesitamos quitarle la independencia económica a la Iglesia (1831-1837), ella es la culpable de nuestro subdesarrollo. Traigamos inmigrantes extranjeros que colonicen el noroccidente de Guatemala y entonces si vendrá el progreso. Morazán y Gálvez, hicieron todo eso y nuestro derrotero fue el mismo.
Que infeliz es cultivar la grana y el cacao de ellos es la culpa. El monocultivismo es lo que nos tiene sumidos en pobreza. Quitemos a la Iglesia sus tierras y repartámoslas, hagamos una revolución (1871) que se oponga a religiosos y peninsulares y llamémosle “liberal”, y eso nos sacará de la pobreza. No fue así. Introduzcamos el café y repartamos tierras y ello nos sacará de la pobreza. No sucedió como se hizo creer a la población. ¡Probemos, sacando a los jesuitas, se meten en todo, ellos son los culpables! Tampoco sucedió el cambio.
Cambiemos de moneda (1929), saquemos de nuestro vocabulario el peso plata, los reales, los quintos y adoptemos el quetzal como moneda, unida al patrón oro. Feliz decisión que nos salvo de las debacles financieras del sur, pero tampoco nos creo riqueza. Profesionalicémonos e introduzcamos el socialismo a la universidad nacional, la opción materialista si nos salvará de la pobreza. Pocas cosas hubo el siglo pasado mas empobrecedoras que tal ideología.
Hagamos una revolución que quite del poder a los liberales que nada tienen de liberales. Traigamos a un reputado educador a dirigirnos y ahí esta el fin de la pobreza. Repartamos un millón de hectáreas de la mejor tierra del país y eso eliminará la pobreza. Introduzcamos el seguro social, ampliemos la oferta escolar y eso nos sacará de la pobreza; llamémosle a eso “primavera democrática”; no sucedió así. Derroquemos a los marxistas que se apoderaron del Estado y eso nos sacará de la pobreza. Nada de esto produjo los resultados esperados.
Hagámosle guerra al Estado para implantar un régimen marxista, aprovechando la ayuda de Castro; eso solo produjo muerte, destrucción y pobreza, moral y material. Pidamos grandes préstamos al exterior, sometámos al país a criterios económicos internacionales para asegurar la devolución de préstamos y llamémosle a eso “neoliberalismo”. Eso nos sacará de la pobreza. Saquemos a los militares del poder y entreguémoslo a los civiles y eso traerá la riqueza y la prosperidad. Nada de eso fue así. Firmemos la paz “firme y duradera” y entonces si vendrá la prosperidad para todos. Hagamos unos Acuerdos de Paz y traigamos una misión verificadora que nos ayude a verificar que se cumplen los Acuerdos, con eso vendrá la prosperidad anhelada. Tampoco sucedió así.
Traigamos a la CICIG, ella nos salvará de nuestra ineficiencia administrativa y entonces si tendremos justicia y con ella riqueza. Las Comisiones de Postulación traerán prosperidad a manos llenas… y la historia continúa. Así, hemos buscado héroes y villanos sin pegarle a nada mas que al error. P. T. Bauer dijo, para cambiar un país sólo se necesita cambiar dos cosas: sus instituciones y las actitudes de su gente, únicas variables independientes del desarrollo.
La desesperanza se debe a que creemos haberlo probado todo, pero lo único que no hemos probado es ser república. Hoy tenemos una cuasi monarquía que no da cuentas a nadie. No hemos probado el equilibrio de poderes. No hemos probado el Estado de Derecho, que no es estado de legalidad; no hemos probado proteger eficazmente al ser humano, mas que como discurso constitucional, ni hemos enderezado a ello todas las instituciones del Estado. De eso se trata Proreforma, de lo que no hemos probado en casi 200 años.
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