1. Identificar como causas de la pobreza, al capital como ente maligno, al empresario como actor malvado y al auge del comercio como conspirador político.
2. Proteger con dadivas a la población, hasta someter su espíritu y aniquilar su emprendimiento.
3. Convertir el despilfarro de los programas de beneficencia en problema moral y no económico, como si el Estado fuese persona real y no jurídica, obviando la responsabilidad administrativa del despilfarro y de la escasez de los recursos.
4. Expropiar el fruto del trabajo de todos, exigiendo cada vez mayores sacrificios, sin importar ser cada vez más opresivo, porque el bienestar común autoriza oprimir al individuo.
5. Anteponer las buenas intenciones, aún cuando produzcan malos resultados, a las buenas leyes, aun cuando en otros lados éstas hayan producido bienestar.
6. Propalar que la economía es un juego de suma cero, en donde lo que unos tienen es lo otros no tienen. Por eso, la tierra y sus recursos son la única fuente de riqueza, de tal manera que quien no posee esos dones naturales, se crea condenado a ser pobre.
7. Obstaculizar la creación de riqueza, consintiendo en el irrespeto a la vida, a la propiedad, a los contratos y a la familia, con legislación casuística que otorga privilegios.
8. Proponer jornadas de reflexión, buscando tercerismos económicos y vías intermedias en teoría política, concluyendo que el gobierno de un hombre bueno y la legislación "repartidora" de la riqueza son la solución a la pobreza.
9. Imitar la beneficencia de otras sociedades, sin conocer su historia económica, ni sus limitaciones, abusos o sesgos políticos.
10. Hablar sin asumir compromisos reales, esperando que la historia se ponga del lado de los pobres y nos haga justicia, en lugar de emprender nuestras propias acciones y asumir responsabilidad por ellas.
miércoles, 5 de agosto de 2009
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