“Olvidan circunstancias y confunden principios teóricos” sentenció Edelberto Torres-Rivas, refiriéndose a Proreforma. Abismal diferencia en la concepción de las ciencias sociales se halla en el fondo. Puede ripostársele: ´complican circunstancias en una orgia de teorías´. Otros, en dicha escuela, consideran que la “complejidad histórica es superior a la simplicidad”, agregamos, simplicidad de lo evidente. Por ejemplo, la afirmación sencilla ´la escasez de tal producto, produce alza de precios´, no les es suficiente. Debe invocarse la sequia en tal lugar, también el Fenómeno del Niño, el alza en los combustibles y el paro del transporte. Información “interesante” –-no valiosa-- que para la reducción de los precios aludidos importa muy poco.
Afición a enredarse en asuntos que no podemos controlar ni resolver y a olvidarnos de los que si podemos cambiar. Por ello define que “las ciencias sociales solo describen lo que es”, importando poco que eso no otorgue viabilidad a sus aportaciones, cuando deberían estar enderezadas al estudio de lo que sucedería si ciertos hechos no fuesen lo que son.
Arrogase entonces el poder para alcanzar “el conocimiento exhaustivo que garantiza certezas mayores”, cuando el conocimiento disperso es mucho mayor que aquel del que disponemos. La ilusión sinóptica de “conocimiento ordenado, explicito y claro” solo puede diseñarse a costas del infinito cúmulo de fenómenos que ignoramos. Es falso que “la civilización se basa en la eliminación de la ignorancia”, porque esta es mayor de lo que ingenuamente admitimos. Es ilusión que “en corto tiempo desaparecerá la limitación al conocimiento”, cada paso a la orilla del mar de la ciencia, ignora que a sus pies se halla el vasto e insondable océano (I. Newton).
De donde, es falta de motricidad fina “aplicar la duda radical del racionalismo a las cuestiones de orden social y moral”, cosa que Descartes mismo no hizo. El se interesó únicamente en establecer criterios de certeza para las proposiciones. En cambio se aduce que “es posible estructurar la sociedad según el modelo del organismo humano de Hobbes”, opción que hipostatiza lo que sólo los individuos y organizaciones de fines específicos pueden hacer. Proreforma no cree que la sociedad es empresa de fines específicos que un solo individuo, si goza de poder discrecional, pueda manejar.
Se cree que si “las instituciones no han sido diseñadas, son irracionales”, ¿Quién diseñó la moneda, la moral, el lenguaje, la fe y el derecho? Tal conclusión, en si misma, peca del simplismo que denuncia. Asume que “la norma inconsciente no es confiable”, cuando ignorar su origen pesa sobre el sujeto que ignora y ello no la hace menos racional. Argüir “la superioridad del conocimiento”, no toma en cuenta que la tradición no es contraria a la razón.
Por eso, estimar que “el enfoque evolucionista de lo social es irracional”, desconoce el valor educativo de los hábitos en los que aquel se basa. Creer que “no hay nada superior a la razón” es desdeñar las lecciones que vienen de los antepasados. No es tal que “sólo la razón explica el fenómeno social”, éste haya, en el proceso evolutivo, mejor explicación de las relaciones complejas de las ciencias sociales, lo cual subyace en Proreforma. Abominase el “observar, por considerarlo mas angosto que razonar”, cuando observación es también difundir, transmitir y desarrollar las prácticas refrendadas por el éxito.
En contraste, se prefiere “como ciencia superior la construcción por diseño de las entidades sociales”, como si dispusiesen del conocimiento para garantizar la felicidad humana. Asumir que “es posible el dominio integral de lo concreto” lleva a Proreforma a basarse en postura mas modesta, según la cual la abstracción que generaliza (igualdad para todos) es superior herramienta que la razón que especifica (favores para algunos). Quien “rechaza el orden no previsto (gr. kosmos) y prefiere el orden diseñado (gr. taxis)”, tiene que confesar que nadie ha logrado el desarrollo por medio de la taxis.
Por eso, es cuestionable que “la razón produce buenas leyes” como creía Rousseau. Es mas, "si las quieren mejores, dijo Voltaire, tiren las que tienen y creen nuevas". Deshizo la tradición, la moral y la costumbre agregando “no existen otras leyes que las que los hombres quieran darse” (Rousseau). Por supuesto, fluye de tal arrogancia “no reconocer la obligación moral ni sanción íntima alguna” (J. M. Keynes). Proreforma integra a las normas constitucionales una visión más modesta.
No se puede continuar con “la superioridad de lo ideográfico” (complejidad histórica) “frente a lo nomotético” (simples reglas que nacen de la experiencia), porque seguiremos siendo pobres. Si como dicen “las instituciones sociales son producto del diseño”, habrá que confesar que el tercer mundo esta lleno de pésimos diseñadores. La preferencia de “lo positivus (thesis) o diseñado, a lo naturalis (phusei) o espontáneo” , ha dejado empobrecedora herencia. Si se piensa que “a la sociedad corresponde análisis igual al de los fenómenos relativamente sencillos de las ciencias naturales”, el fracaso de los científicos sociales prevalentes en Guatemala, debe dar paso a que se pruebe un modelo de ciencia social diferente.
Por ello, denunciamos que “el racionalismo constructivista logra algunos objetivos”, pero pasando sobre el derecho de las personas, exigiendo cada vez, mayores rondas de sacrificio. De donde, no convence “que la planificación centralizada es señal de modernidad”, es mejor blindaje, protector de la persona, el individualismo de Popper, asumido también por Proreforma.
Claro, se llega al punto de decir “Popper ha sido superado”, ¿en qué aspecto preguntamos? ¿En “falseabilidad vs. ciencia normal y revolución de la teoría” (T. Khun)? Es cierto, pero solo diacrónicamente. Sincrónicamente ¡NO! La falseabilidad esta vigente aun, en el análisis puntual, como antídoto, además, del dogmatismo cientista. Ni siquiera T. W. Adorno descalificó a Popper en este sentido (cp. T. W. Adorno, “Sobre la lógica de las ciencias Sociales” (1976). De modo que “la superioridad científica” de quienes se oponen a Proreforma es mera arrogancia y se explica mejor como diferencia metodológica, aun cuando ellos no lo sepan.
Por eso decía Adorno, al unísono con Popper, es falso que “los métodos dependen del ideal metodológico”; dependen de la cosa que se estudia. Deviene del problema del hombre, como sujeto libre, en aquello que le coarta, le enriquece o en cómo éste escoge.
Proreforma cree, con modestia, que todos tenemos conocimiento imperfecto y por eso ninguna persona o buró puede disponer de la vida, tiempo y recursos de todas las personas con excesiva laxitud (Capitulo II, Titulo I de la CPRG). Así mismo, estima que la simplicidad de lo evidente es más útil para desarrollar un país que la complejidad de la orgía de teorías. Al fin de cuentas, la explicación densa de las causas de la pobreza, aplicada a cada país del continente, no ha servido de nada para sacarlos de ahí. Ni siquiera en donde tales explicaciones han llegado al poder, pues sólo disfrazan y reubican la pobreza.
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