Es posible que haya políticos corruptos que producen pobreza pero no son la causa de la pobreza genérica. Son ladrones, como los estafadores y como los mentirosos que me hacen actuar con base en falsedades, pero no son la causa más importante. En todo caso, hay obstáculos mayores a la riqueza. Cada paso que se da en el camino equivocado identificando “supuestas causas” de la pobreza, es en realidad un obstáculo que se forja en contra de la riqueza. Distrae, enfoca mal y confunde el camino en la búsqueda de la salida.
Cada vez que fustigo el capital, predispongo a la gente en contra de el. Es decir, niego las bondades económicas del ahorro, que sirve para crear bienes de capital e incrementar la productividad de la mano de obra. Cada vez que castigo al empresario, predispongo a la gente en contra de quien toma riesgos, crea puestos de trabajo y paga salarios, rentas, impuestos, etc. Cada vez que la emprendo en contra del comercio, predispongo a otros en contra del proceso que al verse multiplicado abarata los bienes y servicios y mejora la calidad de lo que se consume. Pero tirarse en contra del capital, del emprendimiento y del comercio son denuncias favoritas en la búsqueda de míticas causas de la pobreza.
Solo podemos denunciar como causas de la pobreza el ahorro que no se acumula; el empleo que no se crea; los bienes de capital que no se producen; los salarios que no se mejoran; los bienes y servicios que no se acceden. Pero esta visión de posibles causas de la pobreza no sólo no se esgrime en círculos sociales, políticos y aun económicos, sino se la rechaza de plano. Se la considera muy economicista, como si el problema no fuera, en esencia, un problema económico.
Se piensa que es necesario salpicar las míticas causas de la pobreza con una dosis ideológica para que sea creíble. De otro modo es una versión ingenua, le falta denuncia, le falta un responsable, le falta encontrar a los culpables. Le falta el capital como ente maligno, el empresario como actor malvado y el comercio como conspirador político. Ellos son la encarnación de la causa de la pobreza. Esta denuncia la comparten personajes e instituciones de lo más variado, algunos insisten en afirmar la libertad: la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, las denominaciones protestantes, el Nacional Socialismo, las variedades de socialistas y marxistas y no pocos teólogos de diversas persuasiones.
Los moralistas y religiosos comparten, con los políticos una conveniente ignorancia del proceso económico, real o aparente. Por ejemplo, fundan su opinión en posturas clásicas equivocadas del proceso económico. La teoría del valor cifrada en la cantidad de trabajo, no importa que sepamos que esa visión es insostenible; la ignorancia conveniente de la utilidad marginal; finjo desconocer el circulo virtuoso del capital, cierro los ojos al surgimiento de la clase media.
¿Por qué? Porque cuando de buscar causas a la pobreza se trata, aquellos elementos que representan lo más preclaro de la sabiduría económica, hay que olvidarlos, temporalmente, para hacer dos cosas que no son elecciones económicas: 1. Confesar solidaridad con el ser humano; 2. Descargar la culpa por la pobreza en los enemigos aludidos antes. Eso no es economía, esos dos puntos son ideología, pero están tan metidos en la psiquis colectiva que nos hacen a todos marxistas anónimos y ni lo sabemos.
A los moralistas y religiosos se les entiende si bien no se les excusa. El no distinguir entre la ética de medios y la ética categórica es una debilidad seria. Pero no es una debilidad económica, es una debilidad teológica. En otras palabras es inexcusable en su caso. Sin embargo, ya dijimos que es una ignorancia universalmente compartida por iglesias y teólogos.
domingo, 28 de junio de 2009
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