Quienes hemos venido anhelando cambiar nuestro país, se nos impone pensar con el criterio de la oportunidad. Oportunidad significa recordar que el proyecto perfecto que no existe, no puede ser superior al proyecto menos perfecto que si existe. Proreforma no será perfecto pero es el mejor proyecto por ahora, porque es el único que existe, y en tanto que único, por definición, el mejor.
Es posible actuar a la inversa y pensar en las propuestas de cambio con la misma esperanza que se le tiene al presidencialismo. “El próximo será el bueno”. “Ya viene el líder perfecto”, y ese personaje mítico nunca llega. De igual manera es posible invertir lo dicho anteriormente y decir “cuando llegue el proyecto perfecto, entonces lo apoyaré”. Tal cosas, quizá exista o quizá no, pero con base en el criterio de oportunidad y con base en casi 25 años de la Constitución del 85, yo no veo en el horizonte otro proyecto de reforma en los próximos 50 años.
Otros dirán que si hay esperanza porque la presión social reciente logró impulsar en el Congreso el proyecto de Ley de las comisiones de postulación. Esto me parece más irracional aun. Actos heroicos como el de Rosemberg, que fue lo que movió a la población, habrá uno en cien años. Que además haya un buen proyecto de ley en el ambiente para apoyarlo, habrá uno bueno en diez años. De modo que apostarle a ejemplos como el de las comisiones de postulación es un verdadero albur. Con ese criterio ¡reformaremos el país en diezmil años!
Ahora hablemos de contenidos. Yo he explicado Proreforma de la manera “cortísima”: como el fortalecimiento de la república, que hace posible la concordia de los órdenes, es decir, un mayor equilibrio de poderes. Luego esta la explicación “intermedia”: La constitución protege, en artículo pétreo, la vida, la propiedad, la libertad, los contratos, la familia, pero, en la práctica, no se protegen tales derechos de los vaivenes de lo político. Proreforma provee una forma institucional de garantizar mejor esos derechos, contenidos en el Titulo II, capitulo I de la Constitución Política de la República (C.P.R.).
Finalmente, esta la explicación “larga”. Proreforma garantiza un mejor equilibrio de poderes porque fortalece las instituciones y mejora su funcionamiento. Al Poder Ejecutivo, le quita su mayor debilidad, que es la de no ser responsable al pueblo. Al proponer un sistema para pedir cuentas al presidente, la calidad del ejecutivo sólo puede mejorar. Al Poder Legislativo, le quita su mayor debilidad, la ambición de controlar la vida de la gente por medios jurídicos en vez de perfeccionar las instituciones. Al enfocarlo en el derecho administrativo le quita esa debilidad. Al Poder Judicial, le quita su mayor debilidad, que es la intromisión de lo político en la justicia. Y a la Administración Pública, le quita su mayor debilidad, que es la ausencia de independencia del Contralor de Cuentas de la Nación y del Fiscal General, evitando que el presidente sea juez y parte al nombrarlos de entre sus amigos. Esto permite el éxito en la gestión de los partidos políticos, renovando su reputación.
La constitución Americana, la propuesta política mas estable de América, fue redactada por un grupo que no tenia esa misión. En septiembre de 1786, comisionados de cinco estados se reunieron para discutir reformas a los Artículos de la Confederación que mejorarían el comercio entre estados. La resolución que les convocaba especificaba su propósito, pero el grupo decidió, en vez de eso, proponer una nueva Constitución que mejorara el Gobierno Federal. Para ello invitaron a representantes de los otros estados a reunirse en Filadelfia.
La Convención de Filadelfia, como se le llamó, votó por mantener sus deliberaciones “en secreto” y decidió redactar un nuevo diseño de gobierno, en el cual establecía que si nueve de los trece Estados la ratificaban, la constitución entraba en vigor en dichos estados. Así, un puñado de hombres construyó el gobierno más estable que se conoce hoy. El tema entonces no era cuántos, ni quienes fueron sus autores, sino si la propuesta era buena o no. Cuando la aprobaron nadie sabía que tan buena podría ser, pero sabían que era mejor que lo que tenían. Sin antecedentes de los cuales aprender, sólo el tiempo la probaría como lo que hoy es.
lunes, 29 de junio de 2009
domingo, 28 de junio de 2009
La pobreza no tiene causas
Definimos como pobreza la inaccesibilidad a bienes y servicios. Sin embargo, en torno a las “causas de la pobreza”, lo único que puede decirse con certeza es que todos nacemos pobres. Venimos al mundo, desnudos, hambrientos y dependientes. El alimento que recibe el infante no le enriquece, a penas le nutre. La ropa que viste al recién nacido tampoco le enriquece, a penas le cubre. En esencia, esa dependencia explica la condición original de todo pueblo o nación, empezamos siendo todos pobres. La riqueza será creada después, al crecer.
Y se conoce otro fenómeno, que es posible revertir el ser rico y volver a ser pobre. Así, los pueblos pueden pasar de pobreza a riqueza, pero la condición original de los que ahora son ricos, fue la pobreza. Por eso decimos que la pobreza es la condición original del hombre.
Buscar quién es mas pobre y quién lo es menos es un ejercicio inútil. Pero más grave es la confusa dirección en la que orienta el problema. Dice que si unos tienen más que otros hoy, esa diferencia debe estar relacionada con la causa de la pobreza. Es como si, biológicamente, creyésemos que la estatura de los bajos y de los altos es la causa del enanismo. La incongruencia de semejante lógica es notable, muestra clara de superficialidad, además, poco recusada.
Cuando hacemos la pregunta ¿cuál es la causa de la pobreza?, actuamos como si no supiésemos que todos los pueblos y sus habitantes fueron en sus orígenes pobres. La evidencia establece que identificar o saber supuestas causas de la pobreza de un pueblo, no ha hecho prosperar a nación alguna. El mejor ejemplo es el de Iberoamérica, no sólo el diagnostico es el mismo, sino que se lo ha repetido ad-nauseum. Pero de ese diagnóstico, ningún provecho real se ha sacado. Tal conocimiento nada ha hecho por remediar definitivamente la pobreza. Esa idea, convertida en gobierno, lo único que ha hecho es reubicar y disimular, sin erradicar la pobreza.
Favorito, pero igualmente inútil es comparar la historia de unos individuos pudientes con la de otros que viven en la miseria. Con esto lo más que se logra deducir es que los hijos de unos son más ricos que los de los otros, pero aparte de lo generacional, la causa sigue siendo la misma. Unos y otros, tiempo atrás, fueron pobres, con la diferencia que unos han dejado de serlo.
¿Por qué unos pueblos y grupos sociales han dejado de ser pobres? Esa es una pregunta diferente. Pregunta por las causas de la riqueza. No se trata de semántica. Biologicamente, lo que hace crecer mas a un individuo que a otros, no es diferenciar entre estaturas, si no el hecho de que tiene genes diferentes. Parecido no es lo mismo. Sobre lo que causa la riqueza hablaremos en una próxima entrega. Es un asunto jurídico, del cual, por ahora, se mencionará su efecto nada más.
P. T. Bauer, lo resumió en dos ideas fundamentales “las instituciones y las actitudes de la gente”. Pero fue mas allá, llamó a estas ideas las variables independientes de la riqueza. Hoy sugeriríamos que estas variables son otra forma de hablar del Estado de Derecho. Pero hay otras variables dependientes que se interrelacionan con la riqueza, el ahorro, la productividad, la idea, la buena administración, los recursos de la nación, el clima, el espíritu de la población. Con todo, ninguna de ellas puede usarse como la explicación de la causa única de la pobreza.
Los pueblos ricos de hoy llegaron a serlo desde un hecho innegable, el hecho de que fueron pobres. Por eso, lo único razonable que queda por decir es que si la pobreza no tiene causas, la riqueza si tiene obstáculos. Y son la mala legislación, madre de la mala política y de la cultura de irrespeto al derecho ajeno.
Y se conoce otro fenómeno, que es posible revertir el ser rico y volver a ser pobre. Así, los pueblos pueden pasar de pobreza a riqueza, pero la condición original de los que ahora son ricos, fue la pobreza. Por eso decimos que la pobreza es la condición original del hombre.
Buscar quién es mas pobre y quién lo es menos es un ejercicio inútil. Pero más grave es la confusa dirección en la que orienta el problema. Dice que si unos tienen más que otros hoy, esa diferencia debe estar relacionada con la causa de la pobreza. Es como si, biológicamente, creyésemos que la estatura de los bajos y de los altos es la causa del enanismo. La incongruencia de semejante lógica es notable, muestra clara de superficialidad, además, poco recusada.
Cuando hacemos la pregunta ¿cuál es la causa de la pobreza?, actuamos como si no supiésemos que todos los pueblos y sus habitantes fueron en sus orígenes pobres. La evidencia establece que identificar o saber supuestas causas de la pobreza de un pueblo, no ha hecho prosperar a nación alguna. El mejor ejemplo es el de Iberoamérica, no sólo el diagnostico es el mismo, sino que se lo ha repetido ad-nauseum. Pero de ese diagnóstico, ningún provecho real se ha sacado. Tal conocimiento nada ha hecho por remediar definitivamente la pobreza. Esa idea, convertida en gobierno, lo único que ha hecho es reubicar y disimular, sin erradicar la pobreza.
Favorito, pero igualmente inútil es comparar la historia de unos individuos pudientes con la de otros que viven en la miseria. Con esto lo más que se logra deducir es que los hijos de unos son más ricos que los de los otros, pero aparte de lo generacional, la causa sigue siendo la misma. Unos y otros, tiempo atrás, fueron pobres, con la diferencia que unos han dejado de serlo.
¿Por qué unos pueblos y grupos sociales han dejado de ser pobres? Esa es una pregunta diferente. Pregunta por las causas de la riqueza. No se trata de semántica. Biologicamente, lo que hace crecer mas a un individuo que a otros, no es diferenciar entre estaturas, si no el hecho de que tiene genes diferentes. Parecido no es lo mismo. Sobre lo que causa la riqueza hablaremos en una próxima entrega. Es un asunto jurídico, del cual, por ahora, se mencionará su efecto nada más.
P. T. Bauer, lo resumió en dos ideas fundamentales “las instituciones y las actitudes de la gente”. Pero fue mas allá, llamó a estas ideas las variables independientes de la riqueza. Hoy sugeriríamos que estas variables son otra forma de hablar del Estado de Derecho. Pero hay otras variables dependientes que se interrelacionan con la riqueza, el ahorro, la productividad, la idea, la buena administración, los recursos de la nación, el clima, el espíritu de la población. Con todo, ninguna de ellas puede usarse como la explicación de la causa única de la pobreza.
Los pueblos ricos de hoy llegaron a serlo desde un hecho innegable, el hecho de que fueron pobres. Por eso, lo único razonable que queda por decir es que si la pobreza no tiene causas, la riqueza si tiene obstáculos. Y son la mala legislación, madre de la mala política y de la cultura de irrespeto al derecho ajeno.
La ideologización de la pobreza (Parte II)
Es posible que haya políticos corruptos que producen pobreza pero no son la causa de la pobreza genérica. Son ladrones, como los estafadores y como los mentirosos que me hacen actuar con base en falsedades, pero no son la causa más importante. En todo caso, hay obstáculos mayores a la riqueza. Cada paso que se da en el camino equivocado identificando “supuestas causas” de la pobreza, es en realidad un obstáculo que se forja en contra de la riqueza. Distrae, enfoca mal y confunde el camino en la búsqueda de la salida.
Cada vez que fustigo el capital, predispongo a la gente en contra de el. Es decir, niego las bondades económicas del ahorro, que sirve para crear bienes de capital e incrementar la productividad de la mano de obra. Cada vez que castigo al empresario, predispongo a la gente en contra de quien toma riesgos, crea puestos de trabajo y paga salarios, rentas, impuestos, etc. Cada vez que la emprendo en contra del comercio, predispongo a otros en contra del proceso que al verse multiplicado abarata los bienes y servicios y mejora la calidad de lo que se consume. Pero tirarse en contra del capital, del emprendimiento y del comercio son denuncias favoritas en la búsqueda de míticas causas de la pobreza.
Solo podemos denunciar como causas de la pobreza el ahorro que no se acumula; el empleo que no se crea; los bienes de capital que no se producen; los salarios que no se mejoran; los bienes y servicios que no se acceden. Pero esta visión de posibles causas de la pobreza no sólo no se esgrime en círculos sociales, políticos y aun económicos, sino se la rechaza de plano. Se la considera muy economicista, como si el problema no fuera, en esencia, un problema económico.
Se piensa que es necesario salpicar las míticas causas de la pobreza con una dosis ideológica para que sea creíble. De otro modo es una versión ingenua, le falta denuncia, le falta un responsable, le falta encontrar a los culpables. Le falta el capital como ente maligno, el empresario como actor malvado y el comercio como conspirador político. Ellos son la encarnación de la causa de la pobreza. Esta denuncia la comparten personajes e instituciones de lo más variado, algunos insisten en afirmar la libertad: la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, las denominaciones protestantes, el Nacional Socialismo, las variedades de socialistas y marxistas y no pocos teólogos de diversas persuasiones.
Los moralistas y religiosos comparten, con los políticos una conveniente ignorancia del proceso económico, real o aparente. Por ejemplo, fundan su opinión en posturas clásicas equivocadas del proceso económico. La teoría del valor cifrada en la cantidad de trabajo, no importa que sepamos que esa visión es insostenible; la ignorancia conveniente de la utilidad marginal; finjo desconocer el circulo virtuoso del capital, cierro los ojos al surgimiento de la clase media.
¿Por qué? Porque cuando de buscar causas a la pobreza se trata, aquellos elementos que representan lo más preclaro de la sabiduría económica, hay que olvidarlos, temporalmente, para hacer dos cosas que no son elecciones económicas: 1. Confesar solidaridad con el ser humano; 2. Descargar la culpa por la pobreza en los enemigos aludidos antes. Eso no es economía, esos dos puntos son ideología, pero están tan metidos en la psiquis colectiva que nos hacen a todos marxistas anónimos y ni lo sabemos.
A los moralistas y religiosos se les entiende si bien no se les excusa. El no distinguir entre la ética de medios y la ética categórica es una debilidad seria. Pero no es una debilidad económica, es una debilidad teológica. En otras palabras es inexcusable en su caso. Sin embargo, ya dijimos que es una ignorancia universalmente compartida por iglesias y teólogos.
Cada vez que fustigo el capital, predispongo a la gente en contra de el. Es decir, niego las bondades económicas del ahorro, que sirve para crear bienes de capital e incrementar la productividad de la mano de obra. Cada vez que castigo al empresario, predispongo a la gente en contra de quien toma riesgos, crea puestos de trabajo y paga salarios, rentas, impuestos, etc. Cada vez que la emprendo en contra del comercio, predispongo a otros en contra del proceso que al verse multiplicado abarata los bienes y servicios y mejora la calidad de lo que se consume. Pero tirarse en contra del capital, del emprendimiento y del comercio son denuncias favoritas en la búsqueda de míticas causas de la pobreza.
Solo podemos denunciar como causas de la pobreza el ahorro que no se acumula; el empleo que no se crea; los bienes de capital que no se producen; los salarios que no se mejoran; los bienes y servicios que no se acceden. Pero esta visión de posibles causas de la pobreza no sólo no se esgrime en círculos sociales, políticos y aun económicos, sino se la rechaza de plano. Se la considera muy economicista, como si el problema no fuera, en esencia, un problema económico.
Se piensa que es necesario salpicar las míticas causas de la pobreza con una dosis ideológica para que sea creíble. De otro modo es una versión ingenua, le falta denuncia, le falta un responsable, le falta encontrar a los culpables. Le falta el capital como ente maligno, el empresario como actor malvado y el comercio como conspirador político. Ellos son la encarnación de la causa de la pobreza. Esta denuncia la comparten personajes e instituciones de lo más variado, algunos insisten en afirmar la libertad: la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa, las denominaciones protestantes, el Nacional Socialismo, las variedades de socialistas y marxistas y no pocos teólogos de diversas persuasiones.
Los moralistas y religiosos comparten, con los políticos una conveniente ignorancia del proceso económico, real o aparente. Por ejemplo, fundan su opinión en posturas clásicas equivocadas del proceso económico. La teoría del valor cifrada en la cantidad de trabajo, no importa que sepamos que esa visión es insostenible; la ignorancia conveniente de la utilidad marginal; finjo desconocer el circulo virtuoso del capital, cierro los ojos al surgimiento de la clase media.
¿Por qué? Porque cuando de buscar causas a la pobreza se trata, aquellos elementos que representan lo más preclaro de la sabiduría económica, hay que olvidarlos, temporalmente, para hacer dos cosas que no son elecciones económicas: 1. Confesar solidaridad con el ser humano; 2. Descargar la culpa por la pobreza en los enemigos aludidos antes. Eso no es economía, esos dos puntos son ideología, pero están tan metidos en la psiquis colectiva que nos hacen a todos marxistas anónimos y ni lo sabemos.
A los moralistas y religiosos se les entiende si bien no se les excusa. El no distinguir entre la ética de medios y la ética categórica es una debilidad seria. Pero no es una debilidad económica, es una debilidad teológica. En otras palabras es inexcusable en su caso. Sin embargo, ya dijimos que es una ignorancia universalmente compartida por iglesias y teólogos.
La pobreza, selectiva ignorancia económica (Parte III)
A quienes no se les puede entender, ni perdonar estas elecciones temporales de ignorancia es a los políticos, especialmente, a los economistas. ¿Por qué los hombres de ciencia habrían de cegarse temporalmente? Primero, para no perder la aceptación en círculos intelectuales; segundo, para no ser tenidos por tontos o ingenuos frente a los enemigos de la "oligarquía". Tercero, por las orejeras con las que fuimos formados. Esa es la ley de la tierra. No tenemos la visión lateral que nos permite salirnos de nuestro "pellejo" para ver las cosas de otra manera. Es éste un asunto prohibido, porque queremos parecer inteligentes; y porque, pensar diferente creemos que es una violación del código de solidaridad, en la caza de culpables que la justicia nos exige.
Frente a la creación de riqueza, preferimos creer en la economía como un juego de suma cero; que la riqueza de unos se debe a la pobreza de otros; frente a la utilidad marginal, preferimos creer en la idea del valor trabajo; frente al fenómeno evidente de la clase media, que achica la brecha relativa entre ricos y pobres, preferimos afirmar que los trabajadores están explotados; frente al intercambio entre individuos, que se deshacen, unos de su dinero para conseguir los bienes y servicios de otros países para venderlos, preferimos hablar del injusto intercambio entre naciones y del desequilibrio en la balanza comercial.
Frente a la ley de asociación que dice que cuando dos individuos aportan su trabajo a la sociedad es posible que ambos obtengan, incluso más de lo que cada uno aportó, nosotros preferimos hablar de oprimidos y opresores. Si sabemos que la escasez y necesidad determinan el precio de los bienes, nosotros preferimos hablar de la ambición desmedida de los comerciantes. La lista podría continuar, pero eso es mucho mas que ignorancia temporal; son mentiras y manipulaciones en nombre de la supuesta solidaridad y de la caza de culpables de las causas de la pobreza.
Estas páginas existen para denunciar los obstáculos a la riqueza, que son legales pero también ideológicos. Por eso insistimos en decir, que los ricos de hoy, hace muchos años, fueron pobres. Y que si ellos pudieron salir con leyes efectivas que protegen al ser humano, con productividad y con creatividad, de su pobreza, ¿por qué no podemos repetir ese fenómeno? ¿Por qué distraernos criticando el éxito de otros en vez de imitarlo?
Frente a la creación de riqueza, preferimos creer en la economía como un juego de suma cero; que la riqueza de unos se debe a la pobreza de otros; frente a la utilidad marginal, preferimos creer en la idea del valor trabajo; frente al fenómeno evidente de la clase media, que achica la brecha relativa entre ricos y pobres, preferimos afirmar que los trabajadores están explotados; frente al intercambio entre individuos, que se deshacen, unos de su dinero para conseguir los bienes y servicios de otros países para venderlos, preferimos hablar del injusto intercambio entre naciones y del desequilibrio en la balanza comercial.
Frente a la ley de asociación que dice que cuando dos individuos aportan su trabajo a la sociedad es posible que ambos obtengan, incluso más de lo que cada uno aportó, nosotros preferimos hablar de oprimidos y opresores. Si sabemos que la escasez y necesidad determinan el precio de los bienes, nosotros preferimos hablar de la ambición desmedida de los comerciantes. La lista podría continuar, pero eso es mucho mas que ignorancia temporal; son mentiras y manipulaciones en nombre de la supuesta solidaridad y de la caza de culpables de las causas de la pobreza.
Estas páginas existen para denunciar los obstáculos a la riqueza, que son legales pero también ideológicos. Por eso insistimos en decir, que los ricos de hoy, hace muchos años, fueron pobres. Y que si ellos pudieron salir con leyes efectivas que protegen al ser humano, con productividad y con creatividad, de su pobreza, ¿por qué no podemos repetir ese fenómeno? ¿Por qué distraernos criticando el éxito de otros en vez de imitarlo?
La Biblia ¿socialista o capitalista?
La Biblia habla de muchas cosas que tienen un sentido económico. Por ejemplo, las leyes humanitarias de Moisés, el cuidado de Dios por los pobres, el rescate de la tierra y manumisión de esclavos, la protección a las viudas, huérfanos y extranjeros. Hay un uso abundante de términos para pobre y pobreza. En el Nuevo Testamento se relata la experiencia comunitarista de Jerusalén. Pablo, frente a la pobreza de los cristianos de Jerusalén, propone que con las dadivas de Macedonios y Corintios, “se supla la estrechez de ellos, para que haya igualdad”. Si estas a punto de optar por una Biblia socialista espera el resto de la información.
En Génesis 2:8, 16-17 Dios planta un huerto y coloca al hombre ahí para que produzca. El permiso del hombre para comer viene sólo después que le ha ordenado trabajar. Dios es el dueño de la tierra (Sal.24:1) pero al hombre, en el Jardín del Edén, lo declara su administrador. Esa donación reclama el respeto del prójimo “no robarás” y “no codiciarás” (Ex 20). El hombre debe producir y no hay prosperidad sin productividad (Pr. 6). El “trabajad con vuestras manos” incluye compartir (Ef. 4:28). Pero, ni la actitud religiosa nos excusa del trabajo, “el que no quiere trabajar tampoco coma” (2 Tes 3). La eleccion hace a los hombres desiguales y convierte a unos en señores y a otros en siervos, cosas igualmente dignas, que para nada tienen sentido económico sino teológico. Por supuesto, esto no da pie a una Biblia capitalista.
En la política, detrás de los sistemas económicos esta el control y la planificación centralizada; por otro lado, esta la libertad de emprender como su antípoda. Ni lo uno ni lo otro se ajustan a un ideal divino. Hablar de teocracia parece sugerir que la opción de Dios es la centralización. Pero, ni aun el control de Dios quita al hombre su libertad de desobedecer, equivocarse y destruir la obra de Dios. De modo que no es tan claro como se supone.
Quienes suponen que la Biblia es socialista piensan mas o menos así: 1. Dios promueve la solidaridad entre sus hijos y entre su pueblo; 2. Un sistema que explícitamente promueve la solidaridad es el socialismo; 3. Por tanto, la Biblia es socialista. Lo que falla son las premisas dos y tres. El socialismo que promueve la solidaridad es tan interesado y privatizado como las sociedades fundadas en intereses individuales. Estos argumentos han confundido a teólogos de la talla de Karl Barth para abajo. Por otro lado, ¿no dijo Adam Smith que el hombre que sirve mejor al mayor número es precisamente el que mas prospera en su sistema?
Quienes suponen que la Biblia es capitalista piensan en paralelo: 1. Dios otorga libertad a sus hijos en todo sentido 2. Un sistema que explícitamente promueve la libertad es el de libre mercado; 3. Por tanto, la Biblia es capitalista. Fallan de nuevo premisas dos y tres. La libertad que Dios promueve tiene fines teológicos que un sistema humano no percibe ni asume. Da mayor gloria a Dios que los hombres lo busquen y al hacerlo lo hagan desde la raíz misma de su libertad. Ese es el sentido de la libertad divina. De modo que ni el Estado benefactor ni el Estado libertador representan los propósitos de Dios.
Se ha sugerido un frühkapitalismus (“capitalismo temprano”) en los profetas. También, se ha sugerido que el Jubileo es “Reforma Agraria”. Son meros subterfugios “lingüísticos”, nada de eso representa las posturas decimonónicas del surgimiento de ambos sistemas.
El capitalismo surgió en la práctica del desarrollo industrial; el socialismo brotó en las teorías de Karl Marx. La diferencia entre ambos sistemas es que, si las normas protegen a las personas, uno produce riqueza y se distribuye en el natural trato entre los hombres; el otro, hace al Estado juez y parte, para expropiar la riqueza del trabajo al hombre y concentrarla en el Estado. Ninguno de los dos tiene sentido teocéntrico. Son meras herramientas para fines muy, pero muy antropocéntricos.
En Génesis 2:8, 16-17 Dios planta un huerto y coloca al hombre ahí para que produzca. El permiso del hombre para comer viene sólo después que le ha ordenado trabajar. Dios es el dueño de la tierra (Sal.24:1) pero al hombre, en el Jardín del Edén, lo declara su administrador. Esa donación reclama el respeto del prójimo “no robarás” y “no codiciarás” (Ex 20). El hombre debe producir y no hay prosperidad sin productividad (Pr. 6). El “trabajad con vuestras manos” incluye compartir (Ef. 4:28). Pero, ni la actitud religiosa nos excusa del trabajo, “el que no quiere trabajar tampoco coma” (2 Tes 3). La eleccion hace a los hombres desiguales y convierte a unos en señores y a otros en siervos, cosas igualmente dignas, que para nada tienen sentido económico sino teológico. Por supuesto, esto no da pie a una Biblia capitalista.
En la política, detrás de los sistemas económicos esta el control y la planificación centralizada; por otro lado, esta la libertad de emprender como su antípoda. Ni lo uno ni lo otro se ajustan a un ideal divino. Hablar de teocracia parece sugerir que la opción de Dios es la centralización. Pero, ni aun el control de Dios quita al hombre su libertad de desobedecer, equivocarse y destruir la obra de Dios. De modo que no es tan claro como se supone.
Quienes suponen que la Biblia es socialista piensan mas o menos así: 1. Dios promueve la solidaridad entre sus hijos y entre su pueblo; 2. Un sistema que explícitamente promueve la solidaridad es el socialismo; 3. Por tanto, la Biblia es socialista. Lo que falla son las premisas dos y tres. El socialismo que promueve la solidaridad es tan interesado y privatizado como las sociedades fundadas en intereses individuales. Estos argumentos han confundido a teólogos de la talla de Karl Barth para abajo. Por otro lado, ¿no dijo Adam Smith que el hombre que sirve mejor al mayor número es precisamente el que mas prospera en su sistema?
Quienes suponen que la Biblia es capitalista piensan en paralelo: 1. Dios otorga libertad a sus hijos en todo sentido 2. Un sistema que explícitamente promueve la libertad es el de libre mercado; 3. Por tanto, la Biblia es capitalista. Fallan de nuevo premisas dos y tres. La libertad que Dios promueve tiene fines teológicos que un sistema humano no percibe ni asume. Da mayor gloria a Dios que los hombres lo busquen y al hacerlo lo hagan desde la raíz misma de su libertad. Ese es el sentido de la libertad divina. De modo que ni el Estado benefactor ni el Estado libertador representan los propósitos de Dios.
Se ha sugerido un frühkapitalismus (“capitalismo temprano”) en los profetas. También, se ha sugerido que el Jubileo es “Reforma Agraria”. Son meros subterfugios “lingüísticos”, nada de eso representa las posturas decimonónicas del surgimiento de ambos sistemas.
El capitalismo surgió en la práctica del desarrollo industrial; el socialismo brotó en las teorías de Karl Marx. La diferencia entre ambos sistemas es que, si las normas protegen a las personas, uno produce riqueza y se distribuye en el natural trato entre los hombres; el otro, hace al Estado juez y parte, para expropiar la riqueza del trabajo al hombre y concentrarla en el Estado. Ninguno de los dos tiene sentido teocéntrico. Son meras herramientas para fines muy, pero muy antropocéntricos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)