VII. El trasfondo de la Reforma y de la Ilustración como “love affair” con la creación
Queremos aquí brevemente ubicar la relación que guarda la Ilustración escocesa con el transito del paradigma antiguo a la modernidad. Empecemos por decir que el trasfondo a la Reforma protestante se encuentra en el renacimiento Italiano. Se trata de un movimiento que afectó el arte, la filosofía y el pensamiento, así como la fe. En los siglos XIV y XV ocurre una suerte de reforma educativa que recupera la historia, los idiomas, la gramática y la literatura. Así se redescubren los textos grecorromanos antiguos en sus idiomas originales, incluyendo el griego y hebreo bíblicos.
La sociedad Italiana vive un tiempo de prosperidad en todo sentido. La universidad creada en el siglo XI promueve la curiosidad intelectual así como el humanismo con una nueva concepción del hombre y del mundo; el atisbo del intercambio mercantil genera la riqueza indispensable para la creatividad. Todo esto tiene también acogida en la vida monástica. Este movimiento se complementa con el nominalismo y el conceptualismo (Pedro Abelardo 1079-1142 y Guillermo de Ockham 1280-1349), la idea de que los particulares son todo lo que cuenta ya que las ideas universales enseñadas por Platón no existen en realidad más que como nombres o si existen son meros conceptos. Nos toca fijarnos en el aquí y el ahora.
Con el advenimiento de la exegesis bíblica Lutero propone el retorno a la fe del Nuevo Testamento. Un ver hacia atrás en lo teológico que incluye la justificación por la fe y el rescate de la creación como lugar de la obediencia y la santidad. Calvino y sus seguidores harán del mundo creado el lugar ideal para el trabajo y la prosperidad, siguiendo la enseñanza del mandato cultural (Gn.1:26-28). Este mundo se puede analizar y estudiar. No es una extensión de la deidad como enseñaron los griegos.
En estos años, de manera paralela, surge el desafío científico en la propuesta de Nicolás Copérnico (1543), quien decide explicarse el movimiento de los planetas colocando al Sol al centro del sistema planetario. Esa negación del geocentrismo constituyó, sin quererlo, un paso en la negación de la fe. Habiendo identificado la Iglesia la enseñanza de que la tierra era el centro del universo con la enseñanza cristiana, al probar que esa idea era equivocada, se pensó que aquello era un ataque en contra de la fe.
Algo parecido ocurriría con las enseñanzas griegas de la inamovilidad de la tierra, en donde el reposo es sinónimo de perfección. Al probar Galileo que la tierra se mueve es de inmediato colocado en un índice de libros prohibidos en 1633. De igual manera, afirmar que la tierra era redonda según los viajes de circunnavegación de Cristóbal Colón hacen del viejo orden, con todo lo anterior, un gran equívoco. De esa cuenta el racionalismo de René Descartes, consistirá en derivar de las reflexiones internas del yo, el significado del mundo exterior para evitar más engaños. Ese cambio al subjetivismo convierte al individuo en la máxima autoridad para decidir qué es la verdad. Desafortunadamente, Lutero está más cerca de la Iglesia Católica que de la nueva ciencia en todos estos puntos.
La duda es luego radicalizada por los empiristas que sostienen la idea representacionista del conocimiento. La realidad es como un espejo o pantalla en la que vemos reflejado el objeto que conocemos. No tenemos acceso a él directamente sino sólo por medio del reflejo que de él nos proveen nuestros sentidos. Ese paso removido de la realidad nos sitúa lejos del objeto y con ello se justifica cierta duda o desconfianza frente a la posibilidad de conocer la realidad. Pero doscientos años después de la Reforma la ilustración escocesa no sigue la epistemología de Lutero ni de los empiristas si no tiene una nueva propuesta, mas próxima a Calvino.
Por ejemplo, Thomas Reid, Ilustrado escoces, del siglo XVIII, debido a su raíz Reformada, afirmará que es posible conocer la realidad. ¿Y la realidad qué es y cómo se accede a ella? El realismo escocés, y también la Biblia, tienen una concepción fenoménica de la realidad. Describimos las cosas como las vemos. Es un conocimiento que no requiere haber tomado muchas decisiones teóricas acerca del mundo y sus leyes físicas. Equivale a cierta confianza en los sentidos como la que usaría un artista para representar en una pintura lo que ve: los ángulos, la luz, los planos que ubican a las cosas y a las personas. Es mas, así es como hablamos, aún hoy en el Siglo XXI, fenoménicamente, cuando decimos que el sol se oculta o se levanta. No es una declaración científica, es lo que vemos.
Por eso, sugerimos que es preciso analizar la epistemología de cada autor escocés por separado en vez del maridaje que se asume, vía Hume, de la Ilustración con todo el fenómeno empirista inglés. Thomas Reid el autor del “common sense” también, nos exige hacer ese deslinde. Su postura es la de un propulsor del sentido comuún escocés, el Scottish Common Sense, que proveerá las bases para el método científico, a partir de Francis Bacon, así como la ideología del desarrollo para el Nuevo Mundo, es decir, para Estados Unidos.
Lo de Thomas Reid no es una filosofía que responda a todas las objeciones epistemológicas de manera coherente, es más bien una “hipótesis de trabajo” que permite funcionar, crear, descubrir y aplicar el conocimiento de formas innovadoras hasta llevar a Estados Unidos al desarrollo tecnológico y económico que se conoce hoy. No se olvide que esto va de la mano del puritanismo anglo-escocés y del presbiterianismo escocés específicamente. Cuando se dio la revolución norteamericana (1776), cuatro de cada cinco americanos eran presbiterianos. El fenómeno americano también es producto de la ilustración Escocesa que aplicó al derecho, a la economía y a la política las grandes ideas sociales, teológicas y económicas de la libertad y de la responsabilidad, así como la del infinito valor de la persona humana.
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