lunes, 30 de agosto de 2010

El maestro de Adam Smith: "la escuela de disidentes"


VI. Francis Hutchenson
Fue profesor de Adam Smith. Nació al norte de Irlanda, tanto su abuelo como su padre fueron ministros de la Iglesia presbiteriana. Estudio en una escuela de disidentes, llamada así porque no querían asistir a instituciones educativas de la Iglesia de Inglaterra. Hutchenson estudio teología protestante, además de filosofía y literatura. A los diecisiete años, en 1711, se matriculó en la Universidad de Glasgow, cuando se iniciaba un mejoramiento del profesorado universitario al cual él mismo contribuyó.
A su retorno a Irlanda en 1719, Francis consideraba entrar como ministro en la Iglesia Presbiteriana, pero no fue autorizado para comenzar su noviciado, debido a la crisis interna del presbiterianismo irlandés, en la cual se debatían los antiguos calvinistas, entre los que se encontraba, John Hutcheson, su padre, y, por otra parte, clérigos con “nuevas ideas”, tras haber estudiado en universidades en Europa continental, ideas que Francis compartía.
Al volver de Dublin a enseñar a Escocia, la influencia de Hutcheson en Glasgow fue enorme. En vez de limitar sus clases al comentario oral en latín de textos escolásticos, inauguró el nuevo método de dar clases en inglés. En esos años Hutcheson comenzó a formar y a difundir sus propias opiniones filosóficas. Escribió su primera obra importante, An Inquiry into the Originen of our Ideas of Beauty and Virtue, que apareció publicada en 1725, con la cual alcanzó popularidad, y recibió también severas críticas. En 1728, apareció el segundo tratado de Hutcheson, An Essay on the Nature and Conduct of the Passions and Affections.
Su filosofía influyó en el resto de Europa y en Norte América. Como Shaftesbury y otros filósofos neo-estoicos, consideraba que la filosofía no es un mero ejercicio teórico, sino que tiene principalmente una función práctica. De acuerdo con esa inspiración, su pensamiento es esencialmente una fundamentación de la vida virtuosa, la cual conduce a una participación en la vida pública basada en disposiciones sociales del hombre, en la fe en un Dios benevolente y en la armonía del universo.
Disiente del calvinismo extremo en que este ve la elección por el bien como algo que se origina en Dios y no en la libertad del hombre. Sostiene una concepción semejante a los teólogos representados por la Confesión de Westminster, sólo en que la naturaleza humana está enteramente corrompida, pero no considera la intervención divina determinante en las acciones moralmente buenas del hombre como decía Westminster, porque el hombre actúa en relación con un mundo natural.  Se trata del continuum que hay también en Smith entre ley de Dios y devenir histórico, unido al ejercicio de la obediencia.
La teoría de la percepción desarrollada en Inquiry, dice que el hombre aprueba o desaprueba las acciones a realizar, por medio del sentido moral. Su objeto es cumplir con las disposiciones que logran el mayor bien para el mayor número. El amor o benevolencia es pues un deseo racional, porque lleva consigo una consideración de los intereses de los otros. La felicidad de los otros que se pretende alcanzar por medio de las acciones morales que es un bien natural consistente en último término en la virtud.
En noviembre de 1730, en la lección inaugural que tituló On the Natural Sociability of Mankind, presentó un calvinismo atenuado sobre la naturaleza humana. Según este, el estado de la humanidad es un estado caído y en pecado, que fue precedido por el estado de inocencia que gozaron nuestros primeros padres antes del pecado original, y que será seguido por el estado de gracia que culmina en la vida eterna. Por tanto, la naturaleza humana sólo puede ser entendida considerando su causa final, es decir, aquella  comunión para la cual fue originalmente concebida.  
Así pues, la naturaleza humana fue creada para que los hombres pudieran vivir de acuerdo con su sensibilidad interna y sus deseos más excelentes.  De modo que la habilidad social del hombre, con sus fortalezas y debilidades,  proviene del estado actual de la humanidad, cuya imagen divina tiene vigencia todavía, aunque debilitada. Esto es lo que en teología se conoce como el “calvinismo rebajado,” entre los no presbiterianos.

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