martes, 6 de octubre de 2009

El futuro de la sociedad civil en Guatemala

Soy parte del foro Guatemala, en representación de la Alianza Evangélica de Guatemala. Uno de sus miembros fundadores y de los pocos oradores nombrados para celebrar el primer aniversario del Foro. Ese punto de encuentro, es uno de los pocos buenos “resultados” del gobierno de Alfonso Portillo. Claro, la sociedad civil es una multitud de expresiones, algunas organizadas con un sólo frente y otras constituyen plataformas más individuales, de muchos colores. En su mayoria, mutuamente anónimas, por diferencias de ideas, de enfaisis y de trabajos.

De modo que, grupos de presión social, universidades e iglesias, y con ellos, columnistas, periodistas y, tras de ellos, tanques de pensamiento o instituciones de análisis especializado, se funden en ese mundo que se llama la sociedad civil. Todos, encuentran gran expresión social en momentos puntuales, como el cobarde asesinato de Rodrigo Rosenberg, la ley de comisiones de postulación, la transparencia en la elección nominal dentro de las comisiones, hasta llegar a la actual crisis en la elección de los magistrados a la Corte Suprema de Justicia.

Indudablemente, pasos grandes, relativamente hablando. La fragilidad, sin embargo, es que no están debidamente asegurados en la ley. Son pasos que mañana vienen los vivos de siempre, con mas dinero, con mas presión y con mas recursos jurídicos y se saltan las trancas que hoy quedaron mal aseguradas. De modo que el asunto no depende solo de la “eterna vigilancia” que mañana estemos dispuestos a prestar, sino de las garantías reales que la ley nos da.

Esto de "la eterna vigilancia" también hay que matizarlo. ¿Vigilancia ciudadana o vigilancia internacional? ¿Será que siempre estaremos bajo la protección de las llamadas de la Embajada de la Reforma? ¿Será que siempre tendremos derechos tutelados por Naciones Unidas y todas sus entidades? Así que las victorias ciudadanas no son tal. Son victorias de niño de 9 meses, que da dos pasos y su papá le ayuda a dar los otros tres. Esas son victorias del que se quiere congratular en ser siempre niño. Al final, son "baby steps".

La carrera de maratón, son 44 kilómetros, y nos regocijamos por que hemos avanzado un metro. Para mi, eso más que de alegría me llena de frustración. Son centímetros de avance negociados en medio de una jungla de intereses y bajo la ayuda paternal del mismo sector al que a ratos le extendemos la mano, a ratos le volteamos la espalda y a ratos le gritamos imperialista y explotador. ¿Qué garantía nos significa eso si no apuntalamos mejor las cosas en la ley?

Sin reformar al país por medios jurídicos y por medios políticos, no veo salidas estables. Sin alterar los personalismos y los botines políticos, propiciando su derrota y sustitución jurídica, no creo que haya viabilidad para la Guatemala que sería posible. Sin darle el carpetazo a la cultura de privilegios, fueros y derechos creados por ley, la clase política siempre pensará que si la sociedad civil quiere gobernar, que haga "su" partido político y llegue al congreso.

De modo que, sin una reforma que elimine privilegios, que someta a gobernantes y gobernados a las mismas leyes y que cause el respeto de los países que denunciamos como intervencionistas, no tendremos un verdadero país.

Como dijo recientemente una presentadora en el congreso: “Hagamos realidad lo que ha sido letra con poca vida, porque el Capítulo II, Título I, encierra realidades capaces de generar verdadero desarrollo. Atrevámonos a ser república con mejores pesos y contrapesos. Forjemos la institucionalidad que sistematiza y protege, desde la Cámara de Senadores, los derechos fundamentales de todos los guatemaltecos. En otras palabras, convirtamos la Constitución Política de la República de Guatemala en un documento que habla por las personas reales y no en un documento que sirve de excusa para construir discursos políticos que defienden a colectividades retóricas, mientras ignoran a la persona humana.” Esa es la visión de ProReforma.

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