W. B. Yeats, en su poema «The Second
Coming» de 1921 dice «los mejores están carentes de toda convicción, mientras
que los peores están llenos de apasionada intensidad.» Para ellos hemos
de distinguir que opresiones y opresores hay muchos, por ejemplo también es
opresor el que nos seduce a una causa que no es realmente justa, ni liberadora
y que la única igualdad que si puede hacer efectiva es la del cementerio.
A aquellos que se han comprado la camisola
de indignados debemos aclarar lo siguiente. La indignación no es producto de la
histeria de masas. Es ese sentido profundo y personal por el que rechazamos la
mentira, repudiamos el abuso que es selectivo en a quien respetan y a quien no
y decidimos no arrebatar al prójimo lo que no hemos ganado con nuestro trabajo.
El verdadero indignado es aquel a quien la mentira, el abuso y la pereza le
indignan.
Para poder saber la diferencia se necesitan
ideas claras. Por eso afirmamos que no es la ignorancia el principal mal de
nuestros días sino la idiotez, de la cual se salvan muchísimas personas que no
tienen educación formal. No se salvan de ella quienes creen que el fin
justifica los medios, prefieren el corto plazo fácil que el largo plazo difícil
y creen en las buenas intenciones sin darse cuenta de los malos resultados de
las buenas intenciones. Los sabios de nuestra tierra rural han sido confundidos
por consejeros políticos arribistas, que son realmente idiotas con título.
Estos son los que tratan de polarizar y destruir la unidad en nuestra tierra.
Sin embargo, es tiempo de aclarar que los
guatemaltecos no estamos divididos. Todos queremos empleo, todos procuramos
mejores ingresos, todos apostamos por la reconciliación, deseamos eliminar la
violencia y vivir en paz. Algunos buscan el poder a cualquier costo y utilizan
a la gente, a la justicia a los medios, y especialmente la mentira, para
obtener por la fuerza lo que los votos no les dan. Fuera de ese minúsculo pero
muy activo grupo, el resto de guatemaltecos amamos la paz y la cooperación
social.
La libertad está asentada sobre un patrimonio ético
desconocido en estas sociedades. Respetar el derecho ajeno más que la paz pone
a nuestro alcance el empleo, la prosperidad, la salud, la educación y la vivienda.
Violar el derecho ajeno nos hace pobres, violentos y corruptos. Es
cumplir con nuestras responsabilidades lo que nos engrandece como país, en vez
de exigir derechos que nadie más está obligado a otorgarnos.
Si no dices la verdad del socialismo hoy, porque tiene
muchos partidarios y muchos votos, pronto querrás hablar en contra, y ya no
tendrás ni los medios, ni la libertad para hacerlo, aun cuando entonces si
tengas una gran audiencia. No se puede fundar un país sobre el silencio y las mentiras.
El enfrentamiento que tanto se denuncia no fue causado por los acusados de hoy, ni la farsa del siglo juzgo a todos los responsables, ni siquiera el nobel de la paz es producto de la verdad. La verdad tiene que ser la primera demanda social y la principal política pública o estamos perdidos como país.
El enfrentamiento que tanto se denuncia no fue causado por los acusados de hoy, ni la farsa del siglo juzgo a todos los responsables, ni siquiera el nobel de la paz es producto de la verdad. La verdad tiene que ser la primera demanda social y la principal política pública o estamos perdidos como país.
Fundamentar el país en otra cosa que no sea
Dios, el trabajo y la libertad, se caerá como el proverbial castillo de naipes.
La vida sin
un control ético personal resulta en lo que Hobbes llamó "solitaria,
pobre, fea, brutal y corta". Por eso vale la pena recordar que "El precio de la libertad es una
eterna vigilancia" (Thomas Jefferson).
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