lunes, 24 de enero de 2011

Finales del siglo XX y principios del XXI en Guatemala

El análisis político en Guatemala era dependiente del análisis marxista de la realidad; lo político y lo económico estaban unidos a la visión del derecho marxista, según el cual, el derecho es ideología que justifica la explotación.   Así concebido, además, el derecho se estudiaba desde el punto de vista del “positivismo jurídico”. En el positivismo jurídico el referente no es la persona arropada por sus derechos si no que el enfoque esta en la ley. El referente no es la prudencia del Derecho. El referente no es poner límites a la discrecionalidad del gobernante; el referente no es la sabiduría de los antepasados. 

La aplicación del modelo positivo tiene un impacto “social”, que consiste en producir una sociedad en la que los ciudadanos no se les identifica primero por sus derechos; tú lo único que tienes como herramienta para la convivencia es la ley o leyes. Por supuesto,  cuando se tiene dinero esas leyes se convierten en posiciones de ventaja social y política, con claros efectos económicos, porque acceden al derecho especialmente aquellos que tienen dinero para comprarse la gestión jurídica; eso produce una sociedad en donde se agudiza la vida según “estamentos”, entre los que tienen y los que no. Estimo que el Estado de Derecho, rectamente entendido, no da lugar para la vida repartida en estamentos. 

Pero en aquella sociedad en donde al frente de la gestión pública y política aparecen “estamentos,” los derechos de todos son relativos, ergo nadie tiene derechos. Los efectos son los siguientes: 1. Surge ahí la perdida de la sensibilidad jurídica. 2. Se vive por permiso y no por derecho y 3. Logran los permisos quienes pueden pagar la gestión; por eso aquí los emprendedores no pueden hacer lo que en otros países otros hombres son libres de hacer. 4. Ahora tenemos la amenaza del bozal político del dinero.

En otras latitudes nuestro sistema jurídico ha sido la base del totalitarismo de Estado: (1) Fácilmente adaptable para servir al nacionalismo (dictaduras). (2)  Fácilmente  adaptable para servir al nacional socialismo (Italia, Alemania). (3) Fácilmente adaptable para servir al socialismo marxista (Rusia, el Este europeo y Cuba). (4)  Fácilmente adaptable para servir al socialismo del siglo XXI (Venezuela, Bolivia, Nicaragua).  Ajustes menos, ajustes mas, el derecho civil en esta expresión conocida como “postivismo jurídico” ha servido a muy malas causas, terminando en sistemas opresivos. 

En ese contexto el desafío es promover las ideas de la libertad, de manera estratégica, para contribuir al desarrollo de Guatemala. La tarea de este blog es esencialmente eso. Estratégicamente, significa hablar a los jóvenes y profesionales; pero  si es posible también a los políticos de profesión y a los partidos políticos. Es indiscutible que se requiere una forma distinta de concebir el servicio público, el Derecho, la convivencia pacífica y el desarrollo económico.

jueves, 13 de enero de 2011

La política de la decencia

Siempre resulta más fácil criticar que elogiar. Parece estar debajo de la piel del ser humano la disposición a ver la paja en el ojo ajeno. Con todo, ha sido mi privilegio sorprenderme al lado de personalidades singularísimas a las que me unió alguna idea, algún proyecto, una camarilla de amigos, alguna ligazón idealista o laboral. Personas, generalmente mayores, que espléndidamente me brindaron su amistad porque era de la nobleza de su espíritu acercarse a los demás.

Estuve rodeado en otras ocasiones de verdaderos truhanes, sin saberlo. Curiosamente, a ellos me ligó también alguna actividad idealista mía o de mis amigos, en la que tanto ellos como yo sucumbimos más ante la ambición que a la cautela, solo para encontrarnos luego muy cerca de ladrones, estafadores y pilluelos de cuello blanco, juramentados constitucionalmente. 

Tendría unos 27 años cuando fui al palacio presidencial por primera vez a ver la celebración de quien en ese momento nos devolvía al país. Guatemala no estaba lista para la rectitud manifestada entonces por Efraín Ríos-Montt. Al contrario, tras el derroche de violencia, intriga e ingratitud que desgarraba al país, sus pláticas motivacionales difícilmente podrían ser dimensionadas por lo que eran. En un país de moral podrida, por la defensa del Estado y de los pobres respectivamente, todo era sospechoso o malo.  De ahí que el mandatario que rescató al país de una mas agravada guerra civil era un loco al que muy pocos entendieron o apreciaron. Que durante el gobierno civil siguiente nunca me acercara a juntas palaciegas, hoy lo veo providencial. 

Unos años después visite de nuevo el palacio, esta vez para ver la estrepitosa caída de uno de esos hombres que había visto crecer a escala sobre humana. La visita, al principio de la crisis, era parte de un grupo gremial que negociaba una salida política a una acción que no tenía retorno, el golpe de Estado de Jorge Serrano. Jorge se había mostrado amigo y me había preparado un salvoconducto para ser parte del grupo de “religiosos” que hablaría con la guerrilla en Quito, y les conminaría a deponer las armas y a firmar la paz. 

Después de eso participé en un sinfín de actividades gremiales, corrigiéndole “la plana” a los acuerdos de paz; promoviendo la participación privada en la infraestructura del país; defendiendo las ideas de la libertad, entonces ya armado con todo la escafandra liberal como ex alumno de la Universidad Francisco Marroquín. Sin ser político llegué a conocer muy de cerca a personajes famosos unos, infames otros, mientras en la vida académica había conocido a personas generosísimas que, precisamente por ser intelectuales, eran poco apreciados en la selva y la barbarie. 

¿Por qué evocar estos pasajes? Porque la Guatemala de hoy tiene tanto de esa historia que yo vi. El conflicto armado nos dejó la cultura de la muerte y la indiferencia a la vida humana que hoy es moneda corriente. Nos hizo creer que los que proveen trabajo son malos guatemaltecos y que robarles e irrespetar su propiedad esta bien, lanzandonos al abismo del abuso de unos a otros, tan vergonzosamente natural entre guatemaltecos. Nos hizo perder la poca sensibilidad jurídica que teníamos y nos tornó en monstruos que desarrajan, siguiendo líderes que hacen de la política chisporroteos, mientras saquean y asquean.

¿Y de los hombres buenos, los inteligentes, comedidos y bondadosos que no roban, no mienten y no abusan? De esos quedan pocos en política, solos, sin pueblo y sin dinero; no ofrecen  ni han hecho negocios, tampoco venden curules. Pero si este pueblo se vistiera de la decencia que su religiosidad y moral suponen, buscaría a esos líderes y les porfiaría ser gobernado por ellos. Les propondrían proteger al ser humano y hacer valer el artículo 140 de la Constitución (y el Titulo II capitulo Primero), y firmarían tal acuerdo Edy Suger, Adela de Torrebiarte, Harold Caballeros y Ricardo Castillo Sinibaldi, con Ninet Montenegro como testigo de honor.    

lunes, 3 de enero de 2011

Opinar políticamente es un buen negocio

Las opiniones son un hervidero, nunca dejan de fluir. Son como la nariz, todos tenemos una, a menos que en un acto de auto castración plástica hayamos decidido recortarla en nombre de la estética. Opinar es algo así como transpirar, el proceso natural que resulta del esfuerzo de pensar en una o muchas cosas “profundamente”.  Los críticos literarios, los científicos y los políticos se hayan entre quienes mas exudan, causando el alud de letras que dibuja la geografía de los diarios.

Pero es con referencia a lo político que las opiniones se vuelven algo más que parte del paisaje de las páginas periodísticas. Son verdaderas catástrofes que hacen mucho daño.  Y es que no es el sabio creador quien se encuentra detrás de las opiniones, como si se tratara de la naturaleza creada, sino limitados seres humanos quienes llaman bueno a lo que consideran bueno para si mismos. Por ejemplo, entre los actos públicos, las cosas buenas para los hombres y mujeres son aquellas que anhelan poder alcanzar.  El altruismo del Estado solo tiene sentido a partir de que yo me beneficie de él. 

Solo hay que ver la conducta de los políticos que a la postre encarnan las posturas defendidas en los diarios. No son ellos impolutos en su actuar, desprendidos o desinteresados sino al contrario, los actos de misericordia de los que van haciendo alarde son un desnudo reflector con el cual se encandila a la población para que no vea la corrupción con que se benefician a si mismos y a su camarilla.  

A mas amplios manejos de presupuesto, mas discrecionalidad y con ella mas corrupción, pero generalmente, los opinados benefactores de papel, no relacionan esas variables. Tal parece que no importa lo que el Estado pierda en manos de sus depredadores, cuando se guarda la esperanza que el beneficio social, el salario mínimo, la conquista laboral, la decisión política lleguen a alcanzarme, en caso de necesitarlo. Ese negocio de otros, con dedicatoria para mí,  tiene magros beneficios reales. 

La opinión cuando viene de los funcionarios, sean estatales o del sector llamado internacional, del Departamento de Estado o Naciones Unidas, generalmente flexiona con el mismo egoísmo. Ni altruismo ni verdad sobrecogen a estos funcionarios que, si bien no meten la mano en bolsa ajena --con la misma desvergüenza que el político local--, tampoco tienen en mente a los otros sino a si mismos. 

Tómese por ejemplo lo que Wikileaks ha puesto al descubierto. Las truhanerías de Chávez como peligro para millones de venezolanos están documentadas entre el sector internacional que mira para otro lado antes que perder el empleo o sonar políticamente incorrecto. Las “travesuras” de Zelaya son descaradamente reconocidas entre los funcionarios que las documentan y comentan. Las posibles relaciones del narco Estado también están sugeridas pero igualmente disfrazadas en nombre del empleo seguro. Las corruptelas, robos y traslados de capital de un país a otro con fines electorales están documentadas, y cuando se hacen con pasaporte diplomático se tiene por bien hecho el callarlas.

¿Qué es todo eso? Es la opinión política de unos funcionarios que con apariencia pundonorosa barajan la suerte de millones de seres humanos que son tratados como “casualties”, en la transacción de “yo omito tus pecados si tú ignoras los míos”. En otras palabras, nada de profesionalismo en el “servicio diplomático”; menos hay compromiso con la verdad frente a las fatalidades que ciertas ideas producen. Ramplonamente dicho, no es otra cosa que ver el derecho de mi nariz, esa que simboliza mi poder de opinar con gran sordidez.