Este próximo 17 de diciembre, hará 64 años que Friedrich Ausgust von Hayek pronunciara la Finlay Lecture en el college de Dublin, en 1945, en torno al título de esta entrega. Esa conferencia se convirtió en el primer capitulo de su obra “Individualism and Economic Order”(1948), obra de los años de Hayek en Inglaterra, entre 1931-1950.
Viene al caso porque, el socialismo anónimo que vivimos en el continente, equivoca el sentido del término individualismo. Los equívocos provienen de la prensa, de los políticos y en no menor grado de los religiosos. Brevemente dicho, se estima que el concepto individualismo solo tiene un uso o definición. Se considera que el uso correcto del concepto es el denunciado por la izquierda, en el que “individualismo” se entiende como antípoda de colectivismo.
De esto último se colige que el individualismo postula la existencia de individuos autónomos, aislados, que menosprecian al prójimo. Esto es un error, en tanto que el individualismo así entendido es tan repudiable para los colectivistas como para los liberales mismos. No se olvide que los liberales consideramos que estos temas no son principalmente una herramienta política, para hacernos activistas o propagandistas. Este es un tema académico primero y luego un asunto de ramificaciones políticas.
El otro lado de este error craso, es pensar que los conjuntos sociales, personificados, existen en si mismos. Es decir, la sociedad tiene personalidad, voluntad, afectos e intelecto, que subsisten de manera independiente de los individuos que la integran. Si esto último fuera cierto, todos fuésemos como mínimo especialistas en sociología. El estudio de la sociología como disciplina fuera innecesario, en tanto todos los miembros de ese conjunto que llamamos sociedad, seríamos expertos en las fuerzas que determinan la vida social y en las normas políticas que mejor la organizan. Esto por supuesto, esta muy alejado de la realidad.
Es el colectivismo el que propone el falso individualismo. Nace éste con el auge del racionalismo cartesiano, que se hace marea en la Revolución Francesa. Consiste en creer que la razón de un individuo posee poderes omnímodos, al punto de poder planificar la vida de todos los hombres. Considera que el uno, puede tener suficiente información al grado de poder normar la vida de todos los demás hombres. Este individualismo, puesto en acción por los modelos colectivistas, no sólo suprime la libertad sino es responsable de grandes genocidios como el del Nacional Socialismo, el de Stalin en Rusia, el de Pol Pot en Camboya y Castro en Cuba.
Confusamente, cuando se habla de Proreforma, el individualismo no sólo se define mal, ignorando su valor inherente para las ciencias sociales, sino que, convenientemente, se esconde éste otro individualismo, el de corte colectivista que tanto daño ha hecho a la humanidad.
“El individualismo verdadero es un intento por conocer las fuerzas que determinan la vida social del hombre” (Hayek). En ese sentido, no hay otra manera de llegar a una comprensión de los fenómenos sociales, sino a partir de “nuestro entendimiento de las acciones individuales, dirigidas hacia otras personas y guiadas por un comportamiento esperado” (Hayek). Esto, mas que actitud ante la vida, es una herramienta que nos ayuda a comprender cómo sobrevive el hombre en sociedad.
Esta noción del individualismo, no debe confundirse con otro elemento de la economía, la búsqueda del interés propio, generalmente tenidas por una y la misma cosa. No lo son. Mientras que el individualismo es herramienta conceptual que informa, la búsqueda del bien propio es angustia vital de todo ser humano. Cosa asumida aun en el evangelio cuando reza “amar al prójimo como a si mismo”. Es la práctica universal de aquel que quiere conseguir precios mas bajos, mayor tajada de un pastel, y prefiere obtener las cosas hoy y no mañana.
Aun esa conducta, esta negociando permanentemente entre el altruismo y el interés propio. Ese homo economicus que todos llevamos dentro, sabe que sólo la cooperación pacífica o la vida de servicio a los demás, le obtendrán beneficios mayores que los que conseguiría con el primitivo egoísmo a ultranza. De modo que el individualismo egoísta generalmente criticado, puede existir como problema humano, pero no es la postura que promueven ni el liberalismo ni ProReforma.
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