Los Acuerdos de Paz fueron el proyecto de la militarmente derrotada
guerrilla guatemalteca con el apoyo de los gobiernos civiles. Internacionalmente
se agotaban los fondos para ambos bandos y la venta de la paz era mejor
producto que la venta de la guerra. Los presidentes civiles querían gobernar
para el desarrollo y la guerra les parecía molesta por no estar entrenados para
afrontarla. Políticamente, la firma de los acuerdos fue concebida por la parte
intelectual de la guerrilla como el inicio de una nueva lucha. Conseguir dinero
para fortalecer a las bases y la organización políticas para una nueva
arremetida al poder cuando fuera viable en el futuro. El gobierno en cambio
tenía un proyecto político de corto plazo que contemplaba nada mas terminar su
gestión. El gobierno de Álvaro Arzú aun cuando hubiese querido ver más allá
operó dentro de los cuatro años que tenía constitucionalmente.
Económicamente, el gobierno no se dio a la tarea de promover entre las
poblaciones proyectos productivos. La política centralizadora de los sucesores
de Arzú carecía de la visión que los tiempos requerían. El dinero que se
esperaba de afuera tenía como destino a ONGs civiles que lo usarían para tareas
distintas a las que los tiempos requerían y que los gobiernos no habían podido
concebir. A la incompleta visión política de Arzú le siguió el desmantelamiento
institucional de Portillo de la propuesta gubernamental de Arzú. Por otro lado,
y en este contexto, Berger fue un paracaidista que no supo interpretar el
momento ni darle la continuidad al proyecto de Arzú en salud y educación.
Con estas limitaciones políticas, el dinero que llegó a las ONGs se uso por
la izquierda para algo que la población y los políticos no previeron. La
continuación de la lucha ideológica a través de la organización política
comunitaria. La izquierda jamás dejo de combatir, solo se compró una tregua
elegante para continuar la guerra por otros medios mientras el medio armado les
estaba vedado. ¿Qué le hizo falta a la izquierda electoral tras la firma de la
paz? Primero una organización política de base; segundo, una causa pre-bélica
mas creíble para los guatemaltecos (la minería y las hidroeléctricas); tercero,
el favor de los medios y de la población para recrear un ambiente de
resistencia con capacidad de rearme. Finalmente, juntando estos elementos, se
podría crear un verdadero movimiento popular que haga la revolución que fracasó
el siglo pasado. Un boton de muestra de que la lucha sigue es el linchamiento político de los generales promovido desde el extranjero.
La fase uno ha sido concretada en el área rural en mas de un 80%; la
fase dos esta iniciándose con la mejor excusa para inmovilizar al gobierno, un
gobierno militar. Huehuetenango y Totonicapán son los detonantes. La coalición
de un frente político de izquierda con
mejores posibilidades electorales como Manuel Baldizon, también está incluida.
La asociación con viejos enemigos políticos del presidente fuera del país,
digamos en Panamá, también es parte de la estrategia. El presidente ha recurrido
a sus amigos que firmaron la paz con él ara usarlos como escudo humano.
Desafortunadamente, como el ataque contra él no es personal sino legal y
político el escudo humano no servirá de nada, mas que para reducir la fuerza
institucional de la presidencia y limitarle en el uso de la coerción.
Entre tanto, el efecto neto
obtenido es que hoy hay más indígenas educados y entrenados políticamente por
la Izquierda. Las comunidades han venido practicando por 15 años los procesos
de socialización, organización comunitaria de base y el manejo mediático de la
conflictividad. Asistimos ya a la movilización política pacifica, a la
resistencia mediática, al uso poderoso del “indigenismo” para fines políticos
de izquierda. Los líderes “oenegeros” viven confortablemente, lo cual les
permite movilizarse con cierta elegancia de clase que les gana el respeto y
favor de la base. El dinero y el poder están mezclados en esta aventura que es idealista
e interesada a la vez, en donde opresor es también todo aquel que compromete al prójimo a asumir una lucha que no es del todo justa, del
todo popular, ni es del todo solidaria.
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