Usted no tiene que estar de acuerdo con esto, pues se trata de “reflexiones” en proceso de discutirse en vez de predicarse. De modo que su opinión es bienvenida. Recordemos que la profundidad de la escuela austriaca tiene mucho que ver con la aplicación del marginalismo a nuevos campos de la acción humana.
¿Es el preferir más que menos de un bien, opuesto a las elecciones hechas al margen? La preferencia de algo en mayor cantidad ¿no sugiere que al ocuparnos de ello en demasía, perdamos la posibilidad de elegir en el tiempo y espacio, otras cosas al margen? En el caso de preferir solo la riqueza, o solo unidades extras de un único bien, lo primero (preferir mas) se confirma y lo segundo (elegir) se relativiza. ¿Por qué?
Si la elección al margen “representa” la libertad del ser humano ¿por qué no sucede al revés? ¿No debería la elección al margen ser más importante que la propensión a tener más de un sólo bien? ¿No implican, entonces, algunas preferencias una suerte de pérdida de la capacidad de elegir y perdida del ejercicio de la libertad por mano propia? O sea, ¿no es el costo de oportunidad tan alto a veces que la práctica de la libertad se pone en riesgo? Si esta particular “práctica” de nuestra libertad derrota por mano propia el ejercicio de la libertad, ¿no hay en nuestra visión utilitarista una dimensión moral que debe ser planteada?
Admitimos que el problema no es económico, pero tampoco es solamente moral por la repercusión que tiene sobre el ser humano. Por ejemplo, la producción de drogas es un problema económico; consumirlas es un problema moral. Pero aquí hemos escogido fijarnos en la posible interface de estos dos problemas. Nótese que a lo largo de estas líneas no hablamos de perder la libertad a manos de un tercero, sino de algo más sutil, de la pérdida del ejercicio o práctica de la libertad por mano propia. Técnicamente seguimos siendo libres, pero prácticamente hemos perdido la capacidad de elegir, lo hemos logrado ¡por propia elección!
¿No habría que elaborar sobre cómo se derrota el marginalismo cuando las preferencias reducen la acción humana a mera respuesta reflejo para conseguir un solo bien? A la inversa, ¿no se vitaliza la elección al margen cuando la acción humana diversifica la preferencias ordinal proyectándola a diversos campos? ¿No hay aquí una veta para explorar la aplicación rigurosa del marginalismo a la moral y a la espiritualidad, precisamente en aras de preservar el ejercicio de la libertad del ser humano?
La preferencia cuantitativa de más que menos y la preferencia ordinal de diversidad de bienes ¿no se rosan en conflicto, un conflicto que no es solo moral o solo económico sino fundamentalmente humano?
¿No esta precisamente la moral del mercado en ver al ser humano como fin y no como medio? ¿No incluye esa visión relativizar los medios y los fines que no son congruentes con lo que preserva el ejercicio de la libertad del ser humano? ¿Tiene valor luchar por la libertad conculcada por la coacción arbitraria de un tercero, sin luchar por advertir al hombre que por mano propia puede darse la pérdida del ejercicio de esa libertad? ¿No hay aquí de nuevo una interfase que explora la relación del marginalismo, la economía, con la moral y la espiritualidad, en aras de preservar el ejercicio de la libertad del ser humano?