sábado, 10 de noviembre de 2012

Por qué escribe un teólogo sobre economía

En 1990 ingrese a la entonces Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas ESEADE de la Universidad Francisco Marroquín. La decisión era producto de una desilusión, la de haber interrumpido el proceso de estudios doctorales de teología en Europa. Consideré entonces que la segunda mejor opción era embarcarme en buscar respuesta al problema de la pobreza que la teología de la liberación había planteado a los teólogos, quienes a mi juicio, no tenían, ni tienen, la más remota idea de cómo resolver tal asunto aparte del marxismo.

Pronto me encontré en un mundo universitario nuevo, rehabilitador, académicamente. Yo había descontado desde mis épocas de seminarista las hipótesis marxistas, aun hoy apreciadas por mis ex colegas teólogos protestantes, gracias a la lectura de Karl Raymond Popper sobre “La lógica de la investigación científica”. Muchos colegas leían entonces solo obras teológicas y Popper no era teólogo por tanto estaba fuera de su territorio. Mis clases de “Realidad Nacional I y II” en la USAC no habían atravesado mi dermis porque cuando las tomé como prerrequisito para estudiar mas teología ya Popper me había equipado con mejores preguntas y respuestas. Todo esto sucedió a finales de los años 70s o sea unos 10 años antes de estudiar en el ESEADE.

Estudiar mercadeo, economía, administración, contabilidad y matemáticas fueron experiencias entre traumáticas y desafiantes. Yo me había especializado en teología sistemática y no en asuntos prácticos como la teología pastoral; y había pasado por cursos de griego y hebreo, satisfactoriamente, sin dedicarme a esos temas de tiempo completo. Dicho en términos de mis nuevos estudios, salvando las distancias, no me había dedicado al mercadeo (la pastoral) ni a regresiones matemáticas o trabajo estadístico (los idiomas), me había quedado en el mundo de las ideas, de la teología histórica, sistemática y contemporánea, que era el equivalente a la economía que ahora aprendía.

Por eso hoy me siento cómodo escribiendo sobre historia económica, yo era historiador; me siento satisfecho escribiendo sobre la retórica de la economía, yo era apologista; me siento bien escribiendo sobre sistemas comparados en economía, yo era teólogo sistemático. Pero además me siento muy bien escribiendo sobre economía por creer que teológicamente no estoy traicionando valor o verdad alguna de la teología. En la Biblia y en la teología se subraya la libertad del hombre; cosa lamentable es que los teólogos hablen de libertad en nombre del Estado nacional y no en el sentido Luterano frente al Estado como la Reforma lo entendió. El Estado es una idolatría en la Biblia y muchos teólogos y biblistas ni enterados porque disfrazan al Estado bajo la abstracción de “América Latina”.

También se da por sentado en la historia bíblica la existencia de mercados; del intercambio entre grupos humanos; se habla de hombres que a base de la ética de medios crearon riqueza; se alaba el trabajo y no se condena la existencia de la moneda. Jesús explicó la piedad con criterios que en economía se entenderían como la búsqueda del mayor bien al mayor numero (¡utilitarismo!), cuando alaba el siervo infiel y exhorta a prever la recepción en las moradas eternas; también al hablar de ser pescadores de hombres, una profesión empresarial como modelo de la evangelización; cuando enseña la parábola de los trabajadores de la viña o invita a hacerse tesoros en el cielo; así mismo al hablar sobre buscar las cosas perdidas (la oveja, la moneda y el hijo); y al enseñar a elegir la mejor parte (Marta y Maria) sin negar que hay otras, e instruir a buscar primeramente el reino sin negar las urgencias de la sobrevivencia cotidiana.
  
Entre las hipótesis económicas importantes en las escrituras yo he propuesto: 1. Que no se enseña una sola forma de relación económica entre el Estado, el mercado y la persona; 2. Que el modelo de José en Egipto es mas un acto de prudencia administrativa que de justicia distributiva; 3. Que el jubileo es mas un mercado de tierras en donde se renta y se devuelve la tierra bajo compra-venta que un modelo de redistribución de la riqueza; 4. Que la práctica de la comunidad de Jerusalén de entregar los bienes no debe de separarse de la orden de misionar que viene del capitulo 1 y a la que son empujados los cristianos jerosolimitanos en el capitulo 8. Fallar en unir ambas órdenes (dar-misionar) bajo la dirección del Espíritu Santo es la causa de la pobreza en esa comunidad. Sobre todas estas cosas he escrito en este blog. Al hacerlo creo seguir practicando mi ideal cristiano original de poner al servicio de Dios todo lo que estudio, leo y aprendo.

Y de la idea original sobre la teología de la liberación ¿qué ha quedado? Bueno esa es la principal razón por la que sigo interesado en la economía. Resolver el problema de la pobreza en el continente no pasa por culpar a países extranjeros, a transnacionales y a burocracias que patrocinan el desarrollo en el continente. Nuestra pobreza ni es su culpa ni es tarea suya resolverla. La pobreza es resultado de un ecosistema institucional que dificulta la creación de empleo, cobija la corrupción del sistema de justicia (similar a la denuncia de los profetas de Israel) y causa idolatrías y desigualdad de todos los hombres ante la ley. Corregir esos vicios libre de presiones ideológicas y de intereses personales es mi principal tarea al seguir escribiendo sobre economía. Sobre esto no espero ni felicitaciones ni reconocimientos, solo ser leído con sinceridad y apertura de mente. 
Ver tambien: http://labibliayelmundomoderno.blogspot.com/2012/11/por-que-escribo-sobre-teologia-todavia.html  

jueves, 1 de noviembre de 2012

Bentham, Samuelson and Becker


What do they have in common? A fascination with homo economicus, this unfriendly character who has been described as an “unattractive, inhuman and sociopathic fellow”, whose marching strength heads the parade of economics towards rationality, wealth and prosperity, at relentless pace. What could be more promising than a man like that?  Silence follows the question and there is no answer to it anywhere near.
    
Jeremy Bentham (1748-1832), himself a kind of victim of Dr. Frankenstein, is the creator of homo economicus. Bentham donated his body for a public autopsy to the faculty of Medicine of the University of London, a School created by Bentham and supported with his state. To this day at important meetings of the School Bentham’s body is ushered into the hall with the announcement: “Mr. Jeremy Bentham is present at the procedures without vote.” We could bear in mind Bentham by saying that, according to some economists, his creature homo economicus is present today in all procedures of life, without ever being able to change his stiff condition.
 
No one likes to represent his whole life as a homo economicus, except for a while. Most people recognize that not all of their decisions are rational nor are they only profit-seeking. Bentham was enamored of economics but forgot that behind it there are imperfect fallible human beings. One can do lots of theory and models without men but one cannot do real economics without human beings.

And that is where Paul Samuelson (1915-2009) comes in. He took homo economicus and turned him into mathematical models. By that we understand what Peter Boettke calls the inferiority complex of economists to natural sciences. Keynes was responsible of this as seen in the name of his work “General Theory”, a la Einstein. Samuelson contributed by applying the mathematics of thermodynamics to economics. In 1947, based in the principle of Chartelier, he established “the method of comparative statics for economics”. In response to that many have said that “physical economics” explains things that have no application or use in reality since their theoretical origins suggest that things happen by themselves without connection to human actions and decisions.

And that last sentence helps us to bring in Gary Becker (1930- ), who is credited by doing the most interesting things in economics in the last quarter of a 20th century that is, applying economics to every thing. The question is what kind of economics. You guessed it the homo economicus version of the discipline. We marry to maximize utilities or for exchanging purposes, have kids for the same reasons, and believe in God to increase our chances in eternity. It is in this context that love, justice and faith are proposed by D. McCloskey as also part of this humane science called economics. She puts it in one odd-sounding but promising word, which has far greater depth than homo economicus, “humanomics”.