Partió hoy Manuel Ayau. Un hidalgo y quijote cuya herencia moral y humana es demasiado grande para entenderla. Este momento es dolorosamente cercano para entender su aporte. Guatemala era apenas parte de su agenda, una Guatemala que no lo conoció y por ello lo ubicó en donde a sus elites políticas convenía. La miopía que acompaña al interés mezquino, típicamente humano, creyó comprender al fenómeno Ayau, cuando burdamente lo quiso dejar fijo, en la década de los 60s, en medio de la guerra fría en Guatemala.
Desde mi pequeño rincón, yo me hice liberal leyendo los panfletos de CEES cuando acaso tenía 16 años. Muso había fundado el CEES, con otros amigos en 1959, tras haber descubierto el aporte de la economía austriaca. ¿Cuál era su fin? Concientizarnos de que la pobreza no es parte del paisaje y de que en un país en donde la mayoría son pobres, hasta los ricos, lo sepan o no, son un poco más pobres.
Quiso enseñarnos a cambiar de paradigma, tratando de comunicarnos de diversas maneras que con la tecnología se puede “mejorar el nivel de vida”. Su claridad de ideas me resultó tan fresca hace un par de días que leía de nuevo, por razones académicas, su obrita “La década perdida”. Un historiador cuando se trataba de probar que la mayor felicidad para el mayor número no era posible producirla por diseño de razón alguna.
Nos ha dejado una impronta profunda y una herencia hermosa. Hombre sencillo, de mano abierta y franqueza capaz de sacudir los cimientos de la amistad. Sus discípulos igual tienen 80, 50, 40 que 20 años. Se entregó por entero a confiar en los demás y a entregar una misión a sus estudiantes. En lugar de poner las distancias y reservas que personas con menos talante suelen poner, Muso hacía preguntas, repartía recomendaciones hacederas y cuidaba las relaciones interpersonales de aquellos a quienes había encomendado una tarea.
La agenda de Muso además de Guatemala incluyó debates en Washington sobre los sinsentidos del Departamento de Estado del Gobierno de los Estados Unidos. Por esa amplitud, sus reconocimientos vinieron de todas partes del orbe, incluyendo la presidencia de la prestigiosa Sociedad Mount Pelerin, de Economía. Y, en la última fase de su vida, los cosechó en Europa (Francia , Inglaterra, España, entre otros) y en, virtualmente, la mayoría de países iberoamericanos.
Un colega me contaba que durante unas cortas vacaciones en Los Ángeles, en junio del 2008, para su sorpresa, la portada de Los Ángeles Times, tenía la foto de Muso y un extenso reportaje sobre su legado en la lucha por la excelencia en la educación superior, la libertad y la justicia. Por estas razones, la comunidad liberal de Guatemala rinde tributo a un prócer moderno de Guatemala. Hombre ajeno a reconocimientos, homenajes y tributos, típico de los espíritus nobles, desprendidos, que saben que lo que hacen no tiene por que ser reconocido. Muso partió, llorado por muchos, celebrado por todos y respetado aun por quienes creyeron conocerlo, siéndoles realmente un desconocido.
Fue para mi, un luchador de barricada, de otras barricadas, de las de la pluma y del intelecto, de la acción y de la reflexión, de las que se brindan sin pedirlo todo a cambio. De las que nos dejan ideas para una revolución silenciosa, duradera, ideas que no traicionan a quienes las abrazan como propias.
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