sábado, 14 de agosto de 2010

La filosofía del sentimiento moral en la Ilustración escocesa


V. El valor educativo de las normas religiosas y de la tradición
Adam Smith (1723-1790) expone su pensamiento moral en el libro La teoría de los sentimientos morales (TSM) editado en 1759. He leído en más de una ocasión que la obra La riqueza de las naciones es una aplicación puntual del trabajo más general de La teoría de los sentimientos morales, porque Smith jamás concibió la economía separada totalmente de la moral. Sin embargo, como hemos sugerido antes, sin normas que afirman el respeto al ser humano no hay ni sociedad, ni moral ni economía.
La importancia educativa de las normas y tradiciones es quizá el aspecto que debe rescatarse en medio del positivismo moderno. Hoy se oye a gente del mundo del derecho decir que las normas no educan. Smith tenía otra opinión. Atribuía el al sentido del deber “el único principio por el que la mayoría de los hombres es capaz de dirigir sus acciones” (TMS, p. 269). En su opinión, “Sin este respeto sagrado por las reglas generales, no hay ser humano cuya conducta pueda ser digna de fiar” (TMS, p. 271). Sobre la religión dice Smith “Y la religión, aun en su forma más ruda, dio una sanción a a las reglas morales, mucho antes de la era de la razón artificial y de la filosofía”. (TMS, p. 273).
Es cierto que Smith pone este proceso en el ámbito de “la naturaleza” y esto se ha prestado a una masiva confusión, pues se la ha calificado de estoico o admirador de la justa razón conforme a la naturaleza. Se debe recordar que, a estas alturas de la historia, la sospecha ideológica está lejos de esgrimirse; hay que recordar que Agustín ya había cazado al cristianismo con el Neoplatonismos y Aquino con Aristóteles, de modo que la familiaridad de Smith con el estoicismo no es para rasgarse las vestiduras. Sucede que para un protestante reformado la ley natural y la gracia común o gracia general son sinónimos del cuidado providente de Dios por su creación y sus creaturas. Esta relación Dios, creación, ser humano y devenir histórico es parte de lo que se entiende como sentido común.
No se olvide que sea por el lado estoico o por el teológico, la razón llegó mucho después a la cita con  el hombre en su esfuerzo por enseñar moral y sentido común al ser humano.  La naturaleza (cargada de teología) es la que dispuso normas y no la razón artificial. Este es el meollo de Smith, segun el cual la norma se asimila y transmite socialmente en la tradición; es la esencia de la Ilustración Escocesa contra el racionalismo constructivista. Justamente, este racionalismo constructivista es lo que separa a la tradición francesa de la libertad de su contraparte  escocesa
Por otro lado, la idea del egoísmo no puede sostenerse de si y para si, le es superior la simpatía, en más de un sentido. Por un lado, era la enseñanza del “querido profesor Hutchenson”, como a menudo se cita la afectuosa reverencia de Smith hacia su maestro. Yendo más atrás, era la enseñanza del cristianismo. Dice Smith en el contexto de su discusión sobre la simpatía que “amar a nuestro prójimo, como a nosotros mismos, es la gran ley del cristianismo, de modo que es el gran precepto de la naturaleza amarnos como amamos al prójimo”. (TMS, p. 72). Note que para Smith hay un continuum entre ley de Dios y devenir histórico, sugerido en la aplicación del precepto.
Hacia el final de su obra en la sección III, Smith de nuevo traza el origen de la virtud y la ética no a la razón sino a lo que se ha probado que produce resultados mejores en el plano personal. Dice Smith: “La manera como se forman las reglas generales de la moralidad, es descubriendo que, en una gran variedad de casos, un modo de conducta constantemente nos agrada de manera cierta, y que, de otro modo, con igual constancia, nos resulta desagradable. Empero, la razón no puede hacer que un objeto resulte por sí mismo agradable o desagradable; la razón sólo puede revelar que tal objeto es medio para obtener algo que sea placentero o no, y de este modo puede hacer que el objeto, por consideración a esa otra cosa, nos resulte agradable o desagradable.” (TMS, p. 507).
Es importante notar que en esta cita Smith no está hablando de los fines últimos de la vida, sino de política social, en tanto revela ella como se aplica a las relaciones y a la convivencia, el sentido común y la sabiduría de la que Dios ha dotado al ser humano.  De modo que hay en las normas religiosas sabiduría práctica para aprender a vivir, justo como lo suponen los proverbios y la literatura sapiensal.   

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